Fuerza bruta, que vence la ley de gravedad. ¿O acaso han visto ya cómo luce una pileta desde abajo? Para los hombres, además del cambio de perspectiva, la escena de la piscina cuenta con un valor agregado: dentro de ella, hay cinco mujeres semidesnudas, mojadas, revoloteando alegremente. En bombachas y camisas, que esconden tanto como ocultan, estas sirenas urbanas se mueven al ritmo de la música compuesta por Gaby Kerpel. Sus zambullidas se vuelven por momentos una performance perfectamente sincronizada, y cuando se tornan más violentas, el quinteto femenino se inmola contra el piso, una y otra vez. Es eso y nada más: no hay mensajes, ni moralejas... no hay una historia que contar.
En esta obra, como reza la tarjeta de presentación: "Una puerta, es una puerta y no significa ni más ni menos que eso. Tampoco el vestuario, las luces, la música, ni los gestos. La luz roja, es una luz roja o lo que el espectador quiera. Nadie sabe el significado de la obra, porque no lo tiene". Lo que sí conocen los creadores de Fuerza Bruta -en la que participan 12 actores y un despliegue escénico asombroso- es que el público no saldrá igual una vez que se baje el telón.
Las luces, la banda de sonido y los movimientos impactan. Provocan deseos irresistibles de ocupar el rol del actor. En la escena de "La vela", de la que cuelgan un hombre desesperado y una mujer que camina serenamente por el aire, aparece la duda: ¿Ese nylon negro podrá resistir esos bruscos movimientos? Y en ese momento, el plástico se rompe. ¿Será parte del espectáculo o se trata de un desperfecto técnico? ¿Quién sabe? En realidad, tampoco importa. La sensación ya ha invadido el cuerpo del espectador. ¿Qué más decir? Vayan y experimenten. De martes a domingos en el Centro Municipal de Exposiciones.