Viniendo de Europa, ¿qué te llamó la atención de Creamfields?
Algo que ya había notado antes: que la Argentina es muy futbolera. La cantidad de gente, sí, increíble también. Pero el ambiente es muy de cancha, eso es bastante único.
¿Y cómo es en el club Pudel de Hamburgo, donde sos residente?
Muy otra cosa, porque es más chico y también raro, más alternativo. Hay lugares comerciales que son grandes, pero este es chico y a la vez muy abierto a las cosas nuevas que van saliendo, más del underground. Bueno, minimal también hay, que toca Laurence en ese club. Si no, es música más breakbeats, ambient...
¿Lo último qué sería?
Hace unos años que está el boom del mash-up, que es muy divertido y está en todos lados. Villa Diamante vendría a ser el representante argentino. Hay mucho de eso en Alemania: yo he hecho mash-up pero con otro nombre: me llamo Cheloco.
¿Cómo es la dinámica y la actitud de los que van a bailar?
En el ambiente se nota que la gente tiene una cultura electrónica de muchas décadas ya. Están pasados de vueltas, muy actualizados y organizados. Berlín es la capital mundial de la música electrónica, hay mucha gente de Estados Unidos, de Canadá, de Sudamérica. Muy multicultural.
¿Y se divierten a pesar de estar tan atentos a lo que suena?
Claro, vos sabés que se divierten también. Es divertido cuando sentís que estás viviendo una buena etapa en la música, algo nuevo. Así, se pierde la diversión cuando se queda estancado en un estilo, años con lo mismo, la gente ya lo conoce y sí, bailás, pero no explotás. Hay algo que te tira cuando es nuevo y sentís que estás viviendo una época, como el punk de los 70. Eso te da una emoción especial que te suelta y te sentís más identificado con el entorno. Por eso es importante que la música se renueve, que haya un riesgo, algo más jugado. No ir siempre a lo seguro y estándar sino una actitud más artística.
¿Estás al tanto de lo que pasa en la pista de baile cuando pasás música?
Con los chicos de Zort, con los que estoy en Buenos Aires, estuvimos hablando bastante de eso estos días. Cómo es la música de baile de antes y de ahora, que la música electrónica es muy introspectiva pero al mismo tiempo es tan masivo que sos parte de algo muy grande que te une. Hay cosas que unen a la gente bailando y al mismo tiempo eso es individual. Bueno, por un lado pienso como DJ y es una responsabilidad muy grande. Y por otro lado a mí me gusta mucho bailar, es lo que más me gusta después de hacer música. Disfruto mucho el baile y pero tiene que ser algo fresco, novedoso... como vengo bailando desde hace tantos años ya no me emocionan las cosas viejas.
¿Qué te parece la movida amateur de la mano de la tecnología?
Me parece perfecto y me encanta que sea así. Los programas de software te dan la posibilidad de que cualquiera en el mundo pueda hacer música, en el sentido de que es mucho más barato que comprarse equipos y eso para mí es una revolución. Con Internet también, que está todo súper conectado, es una etapa única en la historia.
¿Qué hay de Argentina en tu música?
Y, se nota. Que canto en castellano, que tengo un tema que se llama Lejos que habla del hecho de irse del país y tiene unos acordeones que le dan un toque de tango al techno. Ahora estoy haciendo un techno chacarero, minimal pero con ritmo chacarero que se llama Subiendo el Uritorco.
¿Se valora ser latino en el circuito europeo?
Por un lado, el DJ latino está bien visto porque Villalobos, Luciano y otra gente de Chile que son muy conocidos en el mundo y entonces hay respeto por lo sudamericano. Han hecho un sonido que influenció mucho a la electrónica alemana, donde hay una movida grande con sonidos latinos.
Conociendo el circuito under, ¿creés que se sostiene la electrónica como movimiento contracultural?
Que sea tan masivo y se vaya poniendo comercial hace que se vaya perdiendo un poco lo contracultural. Aunque gana por otro lado: también es lindo que sea masivo y que le de acceso a gente que nueva que no sabía de electrónica y que a través de los grandes festivales empiezan a conocerlo y a entenderlo. Eso me parece que vale mucho, porque todos empezaron así. Y por otro lado está habiendo un movimiento interno que es lo que se revela contra esa cultura, que es lo más alternativo: el drum and bass, la música más abstracta, más rota, que se experimente más, gente que renueve la electrónica. Porque además se divide en muchas ramas. Tenés la parte comercial hasta el techno punk.
De todo eso, ¿a qué le das crédito que pueda imponerse como sonido nuevo?
En la Argentina se tiene que fusionar con música argentina. Se puede hacer tango electrónico, aunque es un tema tan delicado que lo podés hacer mal también. Lo que sí están pegando son los ritmos folclóricos o la cumbia electrónica. Techno minimal con chacarera, drum and bass con chacarera. De esa forma argentina tendría un sonido que la represente en el mundo.
¿Y fuera de la Argentina?
En todas las ramas hay algo, es una cuestión de gustos, pero el electro-break creo que puede empezar a pegar. Es una mezcla del tempo del techno pero con breaks para que haya más información en la música. Tiene muchos más sonidos entremedio, se vuelve más mental con distorsión, es el punk del futuro. Actitud punk pero música más inteligente también. Lo que pasa es que para entender eso hay que haber mamado ya otro tipo de cosas. Yo estoy en la movida underground de Alemania y vivo cosas que veo llegar años después.