Siempre se dijo que Santiago Bal y Ayelén Paleo concretaron sus encuentros prohibidos en Manhattan, una tradicional confitería del barrio de Belgrano. Intrusos quiso comprobarlo y se acercó hasta el lugar para obtener testimonios. Desde la mítica pizzería de la esquina de Avenida Cabildo y La Pampa, el mozo que atendía al actor y la vedette develó divertidos secretos de la pecaminosa relación.
"El esperaba solo en la mesa, llamaba y aparecía el caramelito. En ese momento pensé ¡qué hermosa que es la hija de Santiago!, le iba a decir suegro, porque bromeábamos con él".
"Santiago me pidió el teléfono dos veces para llamar a su hija. Yo les decía a todos que hablaba con (Julieta Bal) la hija que tuvo con Silvia Pérez. Pero resulta que cuando vi en la televisión todo lo que pasaba, no era la hija, el caramelito ése era Paleo", relató con elocuencia el mozo. "El esperaba solo en la mesa, llamaba y aparecía el caramelito. En ese momento pensé ¡qué hermosa que es la hija de Santiago! Le iba a decir suegro, porque bromeábamos con él", agregó muy suelto de cuerpo.
Desfachatado y sin filtros, Roque describió el impactante look de Ayelén Paleo en la primera cita. "Se vino de calzas negras, con unos vivos rojos en la pierna. Después me di cuenta que ese caramelito no era la hija. Con los mozos pensábamos que no podía ser la hija, por el trato… El viejo estaba baboso, totalmente baboso. ¡Si estaba con ese caramelito al lado! Se notaba por cómo le hablaba, los gestos que hacía… ¡La miraba más que yo!", agregó. Y remató: "Se podría decir que le miraba las tetas". Ejem...
"Se sentaban en esta mesa, pegados a la barra y delante de la escalera. Estaban lejos de la vidriera. No iban al piso superior porque no sé si Santiago podía subir las escaleras hasta el primer piso, ja, ja, ja".
Por otra parte, el mozo aclaró que los vio dos veces juntos en el salón, y que la propia Carmen Barbieri indagó respecto a las reuniones: "A Carmen le decía que no venían Santiago y Ayelén". Más tarde, precisó: "Santiago pedía café con crema para esperarla y después ella se tomaba un jugo de naranja, sin hielo, sin pulpa. Se quedaban por lo menos una hora y se iban juntos".
Como tiro de gracia para Santiago Bal, el histriónico mozo de Manhattan sentenció: "Se sentaban en esta mesa, pegados a la barra y delante de la escalera. Estaban lejos de la vidriera. No iban al piso superior porque no sé si Santiago podía subir las escaleras hasta el primer piso, ja, ja, ja". ¡Un amigo, Roque!
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