Relajado y con la tranquilidad de un monje, Iván Noble reparte halagos, pero también numerosas críticas y autocríticas. Sentado en un bar de esquina, en Palermo, hace gala de su estilo rockero. Detrás de sus gafas oscuras se adivina un guiño al pasado cuando recuerda sus 20 años con la música y las irreproducibles anécdotas del rock, que prefiere guardar en su memoria.
La excusa de la entrevista es su show Historia Clínica, en el que repasa las canciones de sus nueve álbumes, tanto de su etapa como cantante de Los Caballeros de la Quema como de su carrera solista. Pero durante la íntima charla con Ciudad.com revelará detalles de su vida privada, hablará del presente y futuro del rock argentino, y no le temblará el pulso a la hora de referirse a sus colegas.
"Sospecho que mucha gente del rock que dice disfrutar de la cumbia, miente. Es un gesto de cortesía turística, snobismo intelectual al revés".
El viernes 10, se presentará por última vez en el teatro ND Ateneo antes de la gira que lo llevará por toda Argentina. Reclinado en un sillón, se entrega sin condiciones ni miramientos a una entrevista imperdible en la que también hablará de la relación con su hijo, Benito, fruto de su matrimonio con Julieta Ortega, y los prejuicios de "volverse viejo".
- Mirar hacia atrás y ver que pasaron 20 años del primer disco, ¿te hace sentir viejo?
- Eh… es muy rara la sensación. No creo que haya sido rápido, pasaron muchas cosas y fueron muy masticadas. Lo que pasa es que parece mentira. Si lo pienso en términos biográficos, es la mitad de mi vida. En ese sentido, suena contundente y bravo. Nunca hubiera apostado cuando salió ese primer disco que ahora estaría hablando de la música.
"La 'Pomelización del rock' siempre es un riesgo, ¿no? Y está a la vuelta de la cuarta cerveza".
- ¿Era más una cosa de juntarse con amigos?
- Empezó como empiezan las bandas en general, era una cuestión más lúdica, de pandilla de atorrantes. Uno no arma una banda de rock a los 20 años para cambiar la historia de la música contemporánea. Lo hace para tener algo para hacer los fines de semana y conocer chicas. Después si se convierte en un oficio, terminás acá.
- ¿Recordás mucho aquellas épocas?
- No soy un tipo que piense mucho en eso. No fijo la memoria ahí. Pero si me asaltan los recuerdos, todos me arrancan una sonrisa. No hay nada que no me haya hecho feliz. Sobre todo porque estaba la sensación de que no importaba si te iba bien o no. Eran discos, ensayos y shows que sonaban muy mal, torpes. La pasión era casi hasta sexual, como los primeros polvos. Nunca son los mejores, casi a los tropezones, de zaguán. No sé si voy a volver a tener ese frenesí y cuando escucho los discos, veo que había una calentura muy genuina y muy respetable.
"Si el Iván de 20 años me viera cuarentón y pequeño burgués diría: 'Este viejo careta'".
- ¿Era mucho el desorden?
- Era un hermoso desorden, pero después hubo un plan. Cuando grabamos el primer disco estaba la sensación de que a lo mejor no grabábamos ninguno más. Pensábamos: “Disfrutémoslo ahora porque capaz es el único”. Y después se convirtió en un oficio y nos volvimos respetuosos de eso. Pero en el rock siempre hay algo de caótico y azaroso. Nunca se sabía bien qué iba a pasar.
- ¿Y extrañás esa vida desordenada del rock?
- No, no extraño porque primero ya no me divertiría de esa manera y segundo porque el peligro de tener 45 años y hacer de cuenta que tenés 20 es siempre el mismo: el ridículo. Las coordenadas de mi vida están en otro lado ahora. Eso no quita que pueda disfrutar de hacer canciones y que a veces esas canciones tengan ese espíritu, pero yo no vivo en clave de rock como hace 20 años. No quiero y no me interesa… ¡Tengo rock pero es más ordenado y puertas adentro! Jajaja. Uno ya no anda por ahí vomitando cervezas tibias en la esquina de Cemento (el mítico escenario del rock de los ’80).
"Nos llevamos bien con la soledad, a veces discutimos, ¿pero quién no? Estoy en un momento en el cual puedo hacerme amigo de mi soledad".
- ¿Crees que el ridículo es una piedra con la que tropiezan bastante los rockeros?
- …(piensa bastante) A ver, lo que definió (Diego) Capusotto como la "Pomelización del rock" (en referencia al popular personaje de Peter Capusotto y sus videos) siempre es un riesgo, ¿no? Y está a la vuelta de la cuarta cerveza, pero yo no creo que el rock tenga la culpa. No es que es un género especialmente imbécil, lo que pasa es que si sos un imbécil y tocás rock, se va a notar más que si sos físico nuclear porque vas a tener más chances de quedar expuesto. De todas maneras, los tipos que a mí me gustan lo han sabido pilotear muy bien. La culpa no es del rock si a los 50 años terminás siendo una caricatura de vos mismo. Es culpa tuya, elegiste el trabajo equivocado.
- ¿Y a vos cómo te gustaría envejecer?
- Me gusta ver tipos que se hacen grandes arriba de los escenarios, que se hacen viejos, pero que tienen una elegancia casi indudable. Sus canciones y ellos. Bob Dylan, Leonard Cohen, Elvis Costello. Luis Alberto Spinetta, por supuesto. Son esos tipos que le encontraron la vuelta a envejecer en público más que dignamente, de forma muy elegante. Hasta los Rolling Stones a pesar de que uno cree que a estar altura ellos prefieren estar en casa jugando a la PlayStation con sus nietos. Keith Richards sigue siendo un corsario divino, pero todos estos retornos de bandas de hace mucho. Kiss tal vez es el caso emblemático. ¿Paul Stanley no estará un poco cansado de tener que pintarse la cara a los 60 años? Termina siendo casi como un chiste y ellos probablemente lo sepan.
"Si tenés 45 años, con el hipotálamo más o menos intacto y con un hijo maravilloso, estás hecho".
- Si te cruzaras en la calle con el Iván de 20 años, ¿qué crees que pensaría de vos?
- Creo que a primera vista no le caería muy simpático, pero si se sentara a escuchar las canciones le gustarían. El tipo que tomaba cerveza caliente en los bares cuando ve a pasar a un cuarentón, pequeño burgués con tics de puertas para adentro, lo primero que piensa es: “Este viejo careta”, jajaja. Cuando tenía 20 años, tipos que luego admiré muchísimo me parecían eso, tipos entregados, conformistas, que habían negociado su alma. Y después me di cuenta que era una tontería.
- ¿Y vos qué pensás de ese pibe?
- Lo palmearía y le diría… ¡vestite mejor!, jajaja. Y no grites tanto cuando cantás… y no te tomes en serio, sobre todo. Estoy haciendo una canción para el disco nuevo y arranca diciendo eso. “De mis 20 extraño mis abdominales y esas madrugadas cuando fuimos inmortales. Eso sí, no volvería a vestir con esa rabia ni a las borracheras de damajuana”. No hay apuro, vestite mejor y no te emborraches tanto.
- ¿Y en lo personal qué rescatás?
- Todo, me pregunto a veces qué hubiera sido si no hubiera dejado la carrera de Sociología. Yo estaba en cuarto año cuando lanzamos el primer disco, si estaría dando clases o escribiendo el discurso de algún ministro, o haciendo estudios de mercado sobre mayonesas. Agradezco todo lo que me pasó, me siento muy afortunado. Con el tiempo aprendés que hay dos o tres cosas que importan mucho y las tengo. Salud, afectos y nada más. Si tenés 45 años y con el hipotálamo más o menos intacto, y con un hijo maravilloso, y si encima podés vivir de lo que te gusta, estás hecho.
"La industria de la música siempre convivió con inventos como Agapornis".
- ¿Cómo te relacionás con Benito (de 7 años)?
- Los niños son muy intensos y fluctuantes. Hasta hace un año, el tipo estaba a full con la música, él decidía qué música se escuchaba en el auto y en casa. Llegábamos y el tocaba la batería y yo la guitarra. Ahora su preocupación máxima es el fútbol, desde las figuritas hasta ir a la cancha pasando por jugar todo el día. Son variantes del amor. Si el día de mañana le gusta el buceo, imagino que va a haber mucho amor de por medio.
- Siendo músico, ¿le ponés condiciones en lo que escucha o lo dejás ser?
- Le está gustando Justin Bieber... Lo dejo ser, pero hay un par de cosas que no me gustan mucho. Él sabe que hay un género musical que yo no logro disfrutar que es la cumbia. En mi auto no se escucha y él a propósito me dice: “Quiero escuchar cumbia, quiero escuchar cumbia”, jajaja.
- ¿Tenés un preconcepto muy marcado con la cumbia?
- No la disfruto, no le entro, me pone de mal humor. No es una cuestión social, ni de fascismo, ni pienso que son todos bobos. Yo no la puedo disfrutar como la electrónica, no comparto ningún código de ahí adentro. Sospecho que mucha gente del rock que dice disfrutar de la cumbia, miente. Es un gesto de cortesía turística, no les creo que tengan discos en su casa, que lleguen y los pongan. Me parece que es una cuestión de snobismo intelectual al revés, no me parece genuino. Entiendo que la cumbia representa a mucha gente, pero no me está hablando a mí, ni me conmueve. Y la electrónica igual, ahí si me sale el viejo que dice: “Es un lavarropa descompuesto”. No tiene alma. Pero bueno, son cosas de viejo… Tampoco vamos a hacer una bandera tan grande de la tolerancia absoluta, uno no tiene que tolerar todo.
"Twitter te muestra como sos y uno es un imbécil varias veces al día". Acerca del polémico tweet sobre el Kun: "Fue un error mío".
- ¿Entonces Agapornis ni para bailar en un casamiento?
- No comments at all, jajaja. Siempre hubo una banda así, todo el tiempo hubo inventos y la verdad es que la industria ha convivido con esos inventos siempre. No creo que haya que ir a pegarles, animan fiestas de cumpleaños. No es relevante y dentro de un año y medio no se va a acordar nadie. En este oficio, el desafío es perdurar. Hay lugar para todos.
- ¿La cumbia te parece un género menor?
- No sé si menor, el rock tampoco en términos musicales es grande. El rock escupe para arriba pero tampoco es un género tan mayor. Es más difícil leer, jazz, tango y música clásica. Hay músicas con más complejidades. Cuando los rockeros levantan mucho el dedito, no estaría mal en recordarles que no son (Astor) Piazzola. Y que en el rock Piazzolas hubo pocos. Tampoco tenemos tanta autoridad , pero queremos creer que lo nuestro es más interesante, pero bueno…
"Si no hubiera dejado Sociología, estaría haciendo estudios de mercado sobre mayonesas".
- De tu último trabajo dijiste: “Este es mi disco de divorcio. Todos los que hacemos canciones, en algún momento de la vida, sobre todo después de los 40, hacemos un disco de divorcio...” Este que estás preparando, ¿cuál vendría a ser?
- No sé todavía porque no está terminado el repertorio… es de un tipo que está solo, hay mucha reflexión sobre la soledad, pero no desde un lugar trágico. El divorcio después del divorcio, jajaja.
- ¿Pero la vivís con pesar la soledad?
- Nos llevamos bien con la soledad, a veces discutimos, ¿pero quién no? Estoy en un momento en el cual puedo hacerme amigo de mi soledad. No sé si me va a cuidar de viejo, pero mientras tanto estoy bien.
"A Benito le dejo escuchar la música que quiera. Pero sabe que cumbia en mi auto no".
- Usás mucho Twitter, ¿cómo te llevás con la tecnología?
- Me llevo mejor que hace unos años que no sabía ni prender una computadora. No me lo tomo muy en serio el Twitter. Lo mejor que tiene es la inmediatez y la falta de intermediarios. Es como el viejo boca a boca, pero desde el productor de la información.
- ¿Y el lado negativo?
- Tiene sus vicios, sus límites y tentaciones. Es una herramienta muy banal, nada muy importante pasa en 140 caracteres. El riesgo es terminar siendo un comentador de tus desayunos y a quién carajo le importa. No hay que tomárselo muy en serio.
- Fuiste muy criticado por tu tweet sobre la relación entre el Kun Agüero y Karina La Princesita (N. de la r.: publicó "Qué misterio el estómago del Kun, ¿no?")
- Eso fue un error mío por creer que esa mesa de café tiene que ser televisada. Cuando te olvidás, es un riesgo y podés ser un imbécil como en esa ocasión he sido. Pero bueno, si te muestra como sos, que te muestre imbécil también. Uno es un imbécil varias veces al día. Si querés estar resguardado de tu perfil no hagas ni digas nada. Sé como J.D. Sallinger, pero no es mi caso. Como para cerrar la idea, lo único que importa mucho de verdad, son las canciones. El resto es cotillón.
- Para cerrar, ¿cómo ves el futuro del rock argentino? ¿Pulgar arriba o abajo?
- No me siento con autoridad porque no escucho bandas nuevas. Me entero tarde y por la radio. En unos años, me voy a enterar por Benito. De afuera también, soy un tipo más clásico y termino escuchando siempre lo mismo. Manal, Los Beatles, Led Zeppelin. No soy muy curioso, la última banda nueva que escuché son los (Red Hot) Chili Peppers, jajaja. De verdad, no tengo idea qué pasa. Y cuando escucho algo nuevo, The Killers ponele, digo: “Esto ya lo escuché”. Nada me sorprende mucho. En ese sentido, todo tiempo pasado fue mejor.